La historia de la música está
repleta de historias curiosas. A veces creemos que cuando cierto estilo musical
impone sus reglas a otro es por simple desidia o por el poder del que viene
pisando fuerte y ofrece una corriente de aire fresco que muy probablemente no
hubiese sido capaz de aceptar. Ocurrió en 1955 con la irrupción del Rock and Roll que desbancó, al menos por
una temporada, el reinado del Jazz de
la época. Y cuando la evolución propia del Rock
pasó de las primeras canciones de The
Beatles a las complejidades orquestales y técnicas del “Sgt. Pepper Loonely Hearts Club Band” de
los mismos 4 fabulosos de Liverpool,
el cambio era obvio: lo que se nos vendría encima sería el, para algunos,
insufrible Rock Progresivo de los
años 1970s que duró sólo unos años (ni
siquiera una década completa), para más tarde explosionar el Punk en 1977. Era una vuelta a las
raíces de lo que siempre fue el Rock:
canciones de no más de 3 minutos frente a los devaneos instrumentales de más de
20 minutos del Progresivo.
Pero algo tuvieron en común todas
estas épocas de la música Rock que he mencionado. Durante el advenimiento de
todas estas etiquetas y estilos siempre pudieron sobrevivir los otros
conjuntamente. Durante el reinado del Rock
and Roll sobrevivió el Jazz,
durante el Rock Progresivo lo hizo
igualmente el Rock simple y básico de
otras bandas y más adelante incluso con el resurgir del Punk e incluso más allá, en los años 1980s, con los Nuevos Románticos floreciendo por todas
partes (bandas y solistas que si no incluían en sus discos la dichosa batería
eléctrica, el teclado Yamaha DX-7 o la caja de ritmos, no estabas “en la
onda”), grupos como Genesis, Yes o incluso Emerson, Lake & Palmer seguían sobreviviendo. Eran espacios
abonados y bien reconocidos por fans, seguidores en general y por supuesto las compañías
discográficas. Todo ello estaba bien delimitado. Eran otros tiempos.
Actualmente (escribo este artículo
en abril de 2021), siguen existiendo estas parcelas musicales. Existe nuevo Rock aunque ya no lo escuchemos en las
emisoras de radio, más preocupadas por mantener el recuerdo de las grandes
bandas del pasado en lugar de fomentar a las nuevas (excepto en el caso de Radio 3). Se suceden conciertos-homenaje
a bandas del pasado (Queen, Led Zep, Dire
Straits…), y encima los conciertos en vivo han reducido su número, quedando
relegados casi la mayoría de las veces, por obra y gracia del maldito Covid19,
a los shows online. ¿Podrían nombrarme una docena –solo una- de buenas bandas
de Rock de la actualidad? Y no es que
el Rock haya fenecido pese a lo que
muchos opinen a este respecto. Pero quizás esté herido de muerte. No por las
nuevas tecnologías. Al contrario. Éstas nos hacen tener en la palma de la mano
todo un abanico de posibilidades como nunca antes habíamos tenido. El problema
de fondo está en la gente. Y para colmo de males se ha impuesto un estilo
musical como el Regetón entre
nosotros que es el perfecto ejemplo de la mediocridad musical más supina.
Nunca antes en la historia de la
música un estilo musical había durado tanto tiempo hasta la aparición de otro
que lo eliminara o al menos que lo ensombreciera. Todos y cada uno de los
ejemplos arriba mencionados no duraron más de 10 años a lo sumo cada uno. Sin
embargo el Regetón lleva ya anclado
entre nosotros (por cómo va el asunto me temo que aún nos queda), más de 20 años. Y ello no es debido a otra
cosa sino a la poca o nula vocación de la gente por interesarse por otras forma
musicales. Aparte del hecho de su patrón rítmico inamovible: un machacón tempo
de 3-3-2 audible a kilómetros de distancia. Si oyes ese patrón ten por seguro
de que se trata de Regetón. Eso unido
a textos casi siempre repletos de connotaciones sexuales, donde el macho es el
poderoso repleto de billetes que subyuga a la mujer y ésta a su vez desea ser
subyugada por ese macho espléndido, mensajes absolutamente materialistas y de
amores dolorosos y llenos de rencor completan este arcoíris de maravillas
sonoras que, querámoslo o no, han venido para quedarse.
Cuando una sociedad no es capaz de
crear otras alternativas musicales interesantes a nivel urbano, estamos ante un
serio problema. Y el problema no es otro que el de la comodidad. El asentarse
en lo que ya conocemos. En no ser seres inquietos musicalmente hablando.
Una amiga mía me dijo una vez que
ella nunca sería capaz de escuchar a Beethoven
porque lo que componía ese señor no era música de baile y para ella la música
era sinónimo de bailar. Por eso le gustaba el Regetón. El problema no es que hoy exista mucha gente con esta
misma manera de pensar. El problema es que a estas personas les da igual que
puedan existir otras formas musicales como de hecho existen. Hay vida más allá
del dichoso Regetón. Otra cosa es que
haya gente que desee descubrirla.
“Siempre nos quedará Spotify” me dijo un amigo en una ocasión. Cierto.
Y es una ventaja tener este tipo de plataformas porque si a ti te gusta Queen y no tienes ni idea de quien es Frank Zappa, tal vez la misma plataforma
musical te ofrezca la posibilidad de descubrir al segundo ya que puede estar
entre su lista de artistas relacionados. Una ventaja interesante. Y si hace
décadas estilos musicales podían vivir en perfecta armonía unos con otros era
porque había alternativas.
La música Disco acabó por imponer sus normas en los discos que grababan
multitud de bandas e intérpretes a partir de la segunda mitad de los 1970s en
todo el mundo. Y esas bandas e intérpretes jamás habían entrado por la Disco Music. Aretha
Franklin, Al Jarreau, Herbie Hancock, Chick Corea o George Benson, por citar solo algunos, entraron sin rubor por los
senderos de la Música Disco. Sin embargo lo hicieron para no quedar
desfasados. Pero al mismo tiempo que ellos lo hacían, otros estilos musicales
continuaban adelante con sus formas musicales inalterables. Había espacio.
Había campo. Hoy el panorama se ha transformado en un recreo para satisfacer
los deseos de una industria discográfica que se aferra a un solo estilo, el Regetón, como su última tabla de
salvación. El último baluarte de una industria llamada a desaparecer. Al menos
el ejemplo de modelo de la compañía discográfica que floreció en el pasado. Tal
vez por eso aún nos queden muchos años de insufribles y machacones ritmos 3-3-2
por oír en la distancia cada vez que salimos a la calle y algún iluminado nos lanza
tales maravillas sónicas a nuestros pabellones auditivos.
“FOR YOUR EARS ONLY”.