El
sendero es claro,
Todos
pueden ver el camino,
El
puerto a lo lejos,
El
cielo límpido y abierto arriba,
El
abismal verde abajo.
¿Oyes
la sinfonía animal?
Todos
cantan como si fuesen uno solo.
Igual
que los duendes que se esconden a tu paso,
Igual
que el viento acaricia cada recoveco,
Así vas
caminando,
Como
dueño del sendero.
Atestado
de diminutos seres,
Que se
asoman interrogantes,
En
saber quien se acerca.
Y tu
avanzas,
Seguro,
positivo,
Arrastrando
el rojo,
Lanzando
el ocre,
Ahora
el viento es tu aliado.
Nunca
ser humano ha sido,
Sin ser
de natural consentido,
Sin
culpable y sin razón.
El
principio no existe,
Siempre
ha estado allí.
Y al
final al desierto negro volviste,
Con
restos sin vida,
De tu
voluntad.
Días
has dejado pasar,
Planes has
elaborado,
Dones
has recibido,
Y…
Muerte
por muerte,
Has
construido,
A tu
alrededor.
Contempla
ahora pues tu sagrada obra,
Huele el
viejo roble,
Observa
la singular silueta animal,
Oye el
desolado silencio,
Ausente
del canto,
Sin
hembra con risa.
Y ahora
disfruta,
Goza
del placer,
De ver
tus estertores,
En la
cima del viejo roble,
Que tú
mismo destruiste.
No has
aprendido nada en este viaje,
Tal vez
lo hagas…
En el próximo.
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