Sam se levanta cada mañana con una sonrisa en
la boca: “voy a sentirme bien hoy”.
Sam tiene prisa. Solo desayuna bollos
agujereados y café: “voy a servirme bien hoy”.
Sam ocupa el asiento de su nuevo Lexus y se
dirige a su empresa: “voy a despedir a diez hoy”.
Sam paga su nueva casa de la playa gracias al
beneficio de sus recortes salariales: “voy a comprarme otro perro para mi nueva
casa hoy”.
Sam llega a la hora del lunch: “voy a
sonreírle al negro que sirve las mesas a ver si me da gratis la coca-cola hoy”.
Sam nota que su móvil se ha activado. Acaba
de ganar otro millón: “voy a ver si me puedo follar a esa actriz porno por la
que he pagado diez mil pavos hoy”.
Sam está triste. Ha llegado la hora de volver
a casa y no ha podido hacer sus ejercicios espirituales porque la limpiadora ha
llegado tarde y ahora ha ocupado su despacho: “voy a despedir a esa furcia
hoy”.
Sam se despide ya de sus empleados. Ha sido
un día muy duro y él se despide de ellos con una sonrisa en la boca mientras
todos le saludan sin saber que van a irse a la calle muy pronto: “voy a ver si
me llevo mas dinero por cada uno de esos ilusos hoy”.
Sam está a punto de meterse en su nuevo Lexus
cuando un tipo mal vestido y de dudosa catadura se le acerca: “Ro- lex!”. Decía
el tipo señalando la muñeca de Sam. Pero Sam no piensa darle un reloj tan
valioso a ese despojo humano. Además fue un regalo de su jefe cuando despidió a
sus primeros diez empleados. “Ro-lex!”, repetía el tipo. Sam seguía negándose.
El tipo sacó un arma y de un seco disparo le abrió el corazón a Sam.
El tipo se agachó, le arrancó el reloj de la
muñeca de Sam y salio corriendo.
Sam sabedor de que le quedaba poca vida y con su corazón abierto por aquella bala pensó: “voy a morir hoy”.
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