A los que se reían de mí en la escuela
A los que me tiraban piedras
A los que me buscaban para satisfacer sus intereses
A los que alardeaban de poder inexistente.
A los que les parecía divertida la desgracia ajena
A los que disfrazan de amistad su enorme frialdad
A los que fueron incapaces de ser sinceros
A los que les brillaba su egoísmo.
A los que nunca se sacrificaron por las circunstancias
A los que mintieron para conseguir algo
A los que aprovecharon mi inmadurez para realizarse como
seres oscuros
A los que se regodeaban de sus miserables triunfos.
A los maestros y maestras en el arte de las habladurías
A las que me engañaron con sus mentiras de amor
A los que nunca me devolvieron mis discos (ni mi dinero)
Y a los que nunca les devolvieron esa parte de alma que no
les di.
Para todos ellos, éste es mi deseo:
“Que Dios Os Bendiga”.
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